28 Feb Heridas emocionales de la infancia
¿Te han hablado alguna vez de ellas?
La infancia es una etapa muy importante para nuestro desarrollo, por tanto, las experiencias que vivamos en esta fase van a tener un gran impacto en nuestras vidas.
Cuando experimentamos situaciones tempranas que provocan mucho dolor a nivel psicológico o emocional, se producen lesiones que no se pueden observar a simple vista. Esas lesiones, son comúnmente llamadas heridas emocionales.
Las heridas emocionales de la infancia no cicatrizan hasta que somos adultos y en algunos casos, nunca acaban de cerrarse. Esto provoca mucho dolor en las personas que las tienen, como: altos niveles de estrés, miedo al rechazo, incapacidad para enfrentarse a la vida, profundo sentimiento de soledad y vacío, alto grado de compulsividad y complacencia, necesidad de control, etc.
Pero, ¿cuáles son estas 5 heridas?

Herida de abandono
Aparece cuando un niño experimenta la sensación de soledad y vacío por la ausencia de una necesidad física o emocional que le genera angustia y desprotección. Las necesidades que no se cubrieron pudieron ser: el tiempo que pasó con sus padres, las muestras de cariño que recibió, la falta de límites, de sentido de pertenencia y la carencia de estructura emocional.
Las personas con esta herida tienden a la dependencia emocional, puesto que no quieren ser abandonadas de nuevo. Esta es su máscara, ser dependientes de otros para evitar el malestar que les produce la soledad que esconden. Tienen la sensación de ser víctimas en su vida, creen que los demás no les quieren y no les valoran lo suficiente. Les acompaña un sentimiento de tristeza permanente que es muy adictivo, ya que desde su tristeza exigen a los demás su ayuda y eso provoca que les presten más atención, cosa que atenúa su herida. Aún así, sienten que los demás no hacen lo suficiente.
Herida de rechazo
Aparece cuando el niño ha crecido en un ambiente de hostilidad y rechazo. Cuando el niño percibe que el ambiente en el que está le hace daño, huye de él. Esta es su máscara, huir para no sentir el dolor. La huida suele presentarse mediante sintomatología física en su infancia (problemas respiratorios o piel atópica son ejemplos de sintomatología).
Las personas con esta herida creen que no tienen derecho a existir, que no pueden enfrentarse al mundo porque no tienen herramientas para hacerlo. Piensan que los demás no les van a entender y se aísla. Por tanto, sus relaciones no son tan fuertes. Tienen mayor miedo al compromiso y se alejan cuando corren el peligro de que la otra persona no les quiera.
Herida de humillación
Esta herida está relacionada con haber sentido vergüenza en el contexto familiar. Ocurre cuando otros se sienten avergonzados por alguna condición propia del niño o cuando el niño es incapaz de expresar lo que siente sobre una situación humillante que está viviendo. Por ejemplo: ser víctima de abuso sexual, tener padres alcohólicos, ser gay o ser pobre.
Las personas con esta herida creen que no son dignas, que valen menos y hay algo en ellas que está mal, por lo que buscan cubrir esa falta de valor. Pero a su vez, se sienten mal por lo que ocultan. Suelen tratar de agradar a los demás, ser complacientes y generosas para tratar de ocultar se sensación de falta de valía con acciones compulsivas que oculten la vergüenza que siente hacia sí mismas. Necesitan ser aceptadas por los demás, puesto que ellas mismas se rechazan. Además, les cuesta atender sus propias necesidades, por lo que se abandonan. Esto significa que las personas con herida de humillación también presentan la herida de abandono.
Herida de traición
Aparece cuando el niño se da cuenta de que las personas de su entorno no son como esperaba. Pensaba que sus padres le iban a cuidar y darle el cariño que necesitaba, pero no lo hacen y entonces, se sienten traicionados. Ejemplo: padres demasiado ansiosos incapaces de transmitir calma, padres perfeccionistas, crecer en un entorno caótico, entre otros.
Las personas con esta herida viven con una gran desconfianza e incertidumbre por los demás. No se sienten tranquilos en sus relaciones y buscan crecer rápido para sentirse bajo control siendo adultos. Esto provoca que tengan una alta necesidad de control hacia su entorno, que actúa como máscara para tapar la sensación de incertidumbre, el miedo al descontrol y la falta de confianza en los demás. Además, suelen estar en estado de alerta continuamente
Herida de injusticia
Esta última aparece cuando el niño ha crecido en un entorno en donde era vulnerable y se sentía indefenso, ante, por ejemplo, una figura autoritaria, abusiva, violenta. Este entorno le ha generado un profundo sentimiento de injusticia por la falta de reconocimiento, de respeto, de igualdad y el poco aprecio. Les falta libertad para ser ellos mismos y equivocarse.
Estos niños, a la misma vez que sienten el dolor de la injusticia, sienten rechazo hacia esa realidad que viven, por lo que suelen desarrollar las dos heridas conjuntamente.
Las personas con esta herida han experimentado una situación de autoridad-subordinación, siendo ellos los subordinados. Desarrollan una aversión por la autoridad o se transforman en autoritarios para esconder los sentimientos desagradables derivados de la subordinación. Además, son muy rígidas, actúan desde las reglas, los procesos, la dualidad y tienen problemas para adaptarse a nuevas situaciones y ser flexibles.
Las heridas emocionales se reactivan a lo largo de nuestra vida, cuando alguien o algo significativo para nosotros activa una situación similar a la que vivimos y que nos hizo daño. Esto provoca que activemos la máscara o herramienta de defensa ante ese dolor. Es normal que esto pase, ya que los contextos donde crecemos no suelen ser perfectos. Por eso, si te has identificado con una o varias de las heridas descritas y quieres procesarlas para que cicatricen, puedes contactar con nosotros aquí.
Si tienes alguna duda o consulta, pide cita a nuestros psicólogos especialistas haciendo clicl aquí.
Autores del presente artículo:
Iluminada Martínez