04 May Los mitos del amor romántico y como afectan en las relaciones de pareja
Los mitos del amor romántico y como afectan en las relaciones de pareja
El amor es un elemento muy importante en el desarrollo de nuestras vidas, sin embargo, este se asocia tanto al goce como a la desgracia en su máximo exponente.
Aprendemos a amar y ser amados de la misma manera que aprendemos a llevar a cabo habilidades tan básicas como comer, llorar o escribir. Este aprendizaje del amor se ve influido por lo que la sociedad, la escuela, la familia o los medios de comunicación nos enseñan qué es amar.
Sin embargo, el amor presenta ciertas contradicciones, desde el inicio de la lectura y el cine se nos presenta a los amantes como más felices en la desgracia del amor que en la tranquilidad cotidiana del afecto mantenido. Se necesitan uno a otro para arder, pero no al otro tal y como es, y no la presencia del otro, sino más bien su ausencia. En este tipo de contenido aparecen frases como “sin ti no soy nada”, “te quiero por encima de todo”, “el amor lo puede todo”, “haría cualquier cosa por ti” o “soy tuya”, son algunos de tantos ejemplos que nos podemos encontrar en cualquier película o libro de amor. Pueden parecer inofensivas al ser historias ficticias, pero, lo cierto es que lleva a las personas a crear el concepto de amor alrededor de estos mitos románticos que nos vende el sensacionalismo adoptándolos como propios.
A pesar de los esfuerzos del movimiento feminista por deconstruir los roles de género y el modelo de relaciones amorosas, las mujeres siguen siendo las grandes afectadas a la hora de asumir este modelo de amor único y eterno, donde se presenta como propósito en la vida encontrarlo y sin el cual la existencia carece de sentido. Es así como durante el proceso de socialización se transmiten las normas y creencias sobre lo que es ser mujer y ser hombre. A su vez, estos mitos del amor romántico también se inculcan desde los procesos más tempranos de socialización y determinan las expectativas de los individuos a la hora de buscar pareja. De esta manera, se termina eligiendo la pareja en base a estas creencias erróneas terminando en una relación donde lo que nos importa es cumplir con lo que la sociedad espera que sea, mientras que, por lo general, solemos elegir a las amistades entre aquellas que mejor nos hacen sentir y más nos respetan.
Entonces ¿por qué no elegimos a nuestras parejas por lo mismo? A continuación se incluyen algunos de los mitos más predominantes que determinan la forma de relacionarnos en pareja.
– La complementariedad o la “media naranja”. Esta idea de que el otro sirve para completarnos crea en nosotros una necesidad inmensa de otra persona para poder sentirnos satisfechos y poder seguir desarrollarnos como personas. Además, produce que uno delegue en el otro la obligación de suplir las carencias de uno en vez de trabajar cada uno individualmente.
– El sacrificio como mayor muestra de amor. Donde el amor se presenta atado al sufrimiento para que este se mantenga por encima de todo y ante todas las dificultades donde debe haber una entrega incondicional. Es así como se presenta una complacencia exaltada para satisfacer continuamente al otro independientemente de cómo nos sintamos.
– El “príncipe azul”. Esto se refiere a la idealización del amor y la persona amada asociada sobre todo al hombre que se presenta como perfecto y salvador de toda desgracia y malestar.
– La fusión. Donde sobre todo el hombre se presenta como el centro de la vida de las mujeres y sin el cual su existencia estaría incompleta.
Así pues, la interiorización de estos mitos puede conllevar graves consecuencias, ya que las mujeres que “aman demasiado” y buscan pareja en base a estas concepciones tienen una mayor probabilidad de vivir en violencia, consentirla y permanecer en ella, ya que esa relación es la que da sentido a su vida.
Hemos estado hablando de la dependencia insana y las relaciones tóxicas basadas en el amor romántico pero ¿cómo debe ser una relación saludable?
– Las dos personas sienten que quieren estar con el otro, que el otro suma en positivo a su vida: no se siente como necesidad. Necesidad = Dependencia insana, algunos ejemplos son “no puedo vivir sin él/ella” o “es lo único que me importa”. Sin embargo, un ejemplo de dependencia sana sería “podría vivir sin ti pero elijo y quiero hacerlo contigo”.
– Junto a nuestra pareja nos sentimos la mayor parte del tiempo bien, relajados y tranquilos, no con ansiedad, enfado, tensión o discusiones. Juntos creamos un espacio emocional agradable, de crecimiento y seguridad.
– Damos y recibimos de manera equitativa (no en todo igual porque cada uno somos
diferentes). No sentimos que damos mucho más que el otro, que la balanza está descompensada.
– Habrá desacuerdos y conflictos de vez en cuando. Si sabemos manejarlos de manera constructiva, eso nos va a ayudar a fortalecernos como pareja. Es constructivo entender que el otro puede tener opiniones, gustos o necesidades diferentes y respetarlo aunque manifestemos de manera respetuosa nuestro desacuerdo o malestar por ello. Una relación muy conflictiva no deja espacio emocional positivo.
– Tiene que funcionar de manera fluida, fácil, no ser una lucha constante para acoplarnos, para hacer planes, para entendernos o para que el otro cambie. Sentir que los dos vamos en la misma dirección. No luchamos “contra corriente”.
– Las dos personas tienen que cuidarse mutuamente. Pensar en el bien del otro, en su felicidad. Pero no hacer cosas que impliquen fallarse a uno mismo en algo importante. Como por ejemplo, tener relaciones sexuales sin que te apetezca o hacer algo que va contra tus principales valores.
– Tiene que haber una comunicación clara, transparente, respetuosa y honesta. En esa comunicación debe haber espacio para hablar de cualquier tema, de nuestras emociones, intereses, preocupaciones, desacuerdos o dudas. No nos sentimos juzgados o atacados por el otro.
– Ambos pueden ser ellos mismos de manera natural. No nos tenemos que esforzar para agradar al otro o para que nos quiera, siendo como creemos que quiere. El otro nos quiere por ser como somos, con nuestros defectos y virtudes.
– Sentir que recibimos del otro lo que consideramos imprescindible en una relación de pareja.
– Debe haber admiración y reconocimiento hacia el otro, ver sus cualidades y valorarlas y expresarlo. Estamos juntos porque nos aportamos cosas positivas (cariño, apoyo, compañía, diversión, aprendizaje…). Dar espacio explícito a ese reconocimiento fortalece el vínculo (seguridad).
– El otro nos apoya y nos anima a conseguir nuestras metas y sueños. Sentimos que para el otro es importante nuestra felicidad y realización personal. El otro está dispuesto a poner de su parte para que podamos conseguir nuestras metas, y
viceversa. Como por ejemplo, pasar menos tiempo juntos una temporada.
– Sentimos que el otro respeta nuestro espacio, no intenta controlarnos o manipularnos. Respetar el espacio del otro implica respetar que tiene sus gustos, que toma sus propias decisiones, que defiende lo que quiere y lo que no… aunque no estemos siempre de acuerdo.
– Cada uno sabe cuidar de sí mismo y se ocupa de hacerlo, buscando también otros recursos de apoyo ajenos a la pareja (amigos, familia, cursos…). Poner nuestro cuidado únicamente en manos de la pareja alimenta la dependencia. Nosotros somos los responsables de cuidar de nosotros mismos. La pareja es un apoyo que no tiene por qué estar siempre disponible para todo.
Con todo lo expuesto no se pretende demonizar al amor y la pasión ya que este puede ser un gran movilizador y soporte en nuestro proceso de evolución, entre otros. Sino el fin de este texto es recoger los distintos mitos asociados al modelo de amor romántico predominante en nuestra sociedad para poder alcanzar un mayor grado de conciencia de esta serie de patrones y acercarnos hacia nuevas formas de relacionarnos más saludables que incluyan el respeto, la comunicación y la confianza.
Autores:
Alba Gallego Vela
Luis Shaw León