Superar barreras en la intervención

Superar barreras en la intervención

¿Cómo podría ajustar mi intervención a una persona con necesidades de apoyo? ¿Qué pasa si no conozco sobre su condición? ¿Debería formarme en más síndromes o condiciones por si tengo que trabajar con alguien con discapacidad?

 

El miedo a lo desconocido, o a lo considerado como diferentes, es algo muy frecuente y entendible, esto puede generar barreras en la intervención. Como profesionales, cuando debemos tratar con personas con capacidades diferentes a las que conocemos, pueden surgirnos ciertas inseguridades. Esta sensación puede llevarnos a pensar que no estamos preparados para intervenir con algunas personas, y sentir la necesidad de formarnos más sobre algunas condiciones. Es cierto que el conocimiento sobre las distintas condiciones, síndromes o trastornos es imprescindible para llevar a cabo una buena práctica. Por ejemplo, conocer la idiosincrasia de las personas con Trastorno del Espectro Autista es crucial para entender sus motivaciones, basarnos en sus fortalezas y comprender sus dificultades, pero entonces… ¿debemos ser expertos en todas y cada una de aquellas condiciones que supongan una barrera en la interacción con la persona?

La respuesta es no. No debemos (ni podemos) ser expertos en todas las barreras de intervención humanas. Y esto es porque sabemos que pocas veces son las diferencias en sí mismas el problema. Normalmente es la actitud hacia la diferencia lo que causa los problemas.  Precisamente por ello, no debemos querer ser ciegos a esas diferencias, sino atenderlas, respetarlas y nutrirnos de ellas. Atender a las idiosincrasias de las personas significa personalizar a cada individuo más allá de cuál sea su condición.

A día de hoy, sabemos que cualquier espacio de intervención terapéutica debe ser inclusivo, garantizando la participación real y de calidad de todos y todas, evitando cualquier discriminación. Un espacio inclusivo será aquel capaz de adaptarse a cualquier persona que necesite un ajuste en la práctica profesional ordinaria por la dificultad que sea. Es decir, personas en proceso de envejecimiento, personas pertenecientes a colectivos minoritarios y marginados, personas de diferentes culturales, personas con discapacidad intelectual, sensorial, física etc.

De esta manera, podemos pensar que esta sería una buena línea de formación para los psicoterapeutas (y para cualquier persona que trabajan relacionándose con personas). No podemos formarnos en todos los síndromes, trastornos, condiciones y necesidades existentes que puedan encontrarse. Pero sí podemos aprender estrategias transversales para superar las barreras que encontremos, ya sean de comunicación, de adaptación de la información, de accesibilidad…. El foco se pondría en las herramientas para sortear las posibles barreras, sean cuales sean.

Esta reflexión está muy relacionada con el concepto de Humanización. Humanizar requiere un proceso afectivo, mental y moral. No sería tanto un proceso de estructuras y mecanismos, sino más bien de actitudes. La dignidad humana es el fundamento principal de los procesos de humanización. Se trata de conseguir la excelencia en cuanto a la relación con las personas. Es muy difícil conseguir esto desde la imposición normativa. Hay que trabajar desde un cambio conceptual y sensibilización. Lo que hay detrás de esta teoría se relaciona con el conocimiento de la persona, la preocupación por saber de ella y ajustarse a sus capacidades para maximizar su bienestar.

Entre nuestros objetivos como profesionales socio-sanitarios debemos querer buscar la excelencia en la relación con las personas, sean cuales sean sus dificultades, pudiéndoles otorgar un servicio de máxima calidad evitando estas barreras en la intervención con los pacientes